Más allá de las murallas... Valença Do Minho

El mercado, las murallas, la gente, el vino, las calles empedradas, las casas medievales y es posible que se me estén olvidando detalles, pero todo lo que vi al llegar a Valença me encantó. Ese mínimo espacio, que en algún momento de su historia fue creado para no dejar pasar a nadie, ahora es ese lugar adorable lleno de color y simpatía, de olor a historia, de emoción.

 Otoño es la estación para viajar, no hace frío ni calor, el cielo aun no se nubla, las hojas se caen, los colores son muy vivos, es marrón y naranja en degrades, son los arboles negándose a dejar de tener hojas verdes y así llegamos a la Fortaleza de Valença do Minho, que nos estaba esperando con un festín en el mercadillo de la plaza principal en el que todos los comerciantes de la región estaban vendiendo sus productos.

El camino desde Vigo se hizo corto, hermoso, verde, aún verde, otra frontera sin pasaportes ni correrías, era miércoles y llegamos a esas murallas que evocan un pasado sin romanticismos, tan cruel como cierto pero que en este presente solo llama a reunión de los habitantes de la región para  intercambiar mercancías y vender sus cosechas. Las murallas están cubiertas de enredaderas y plantas con flores, y la ciudad, a pesar de los siglos, se conserva con sus casas medievales y sus callejones de piedra.

Compramos zanahorias, fresas, papas y hasta platos para comer cereal. Fue una experiencia deliciosa de intercambio de comida, plantas, alambiques, zapatos, lencería, ropa, artículos para el hogar, carne, pollos vivos o listos para cocinar, el fantástico bacalao salado, y como siempre lo mejor del lugar es la gente irradiando genialidad y poniendo en práctica técnicas de venta, hablando español, gallego y portugués dependiendo del cliente.

Me escapé un ratito del ruido y el tumulto del mercado para ver el paisaje por fuera de las murallas y espectáculo visual es tan impactante como hermoso, las montañas se funden con el cielo en el mismo momento en que las fauces del Río Minho aparecen para reclamar su espacio y la atención debida, de ahí se ve el camino que llega a Porto y se ve cuan alta esta está Valença, ubicada estratégicamente para combatir a los invasores que venían navegando por el río, se ve el camino que viene de Galicia, se ve el infinito.

Me fascinó conocer ese lugar, caminar por sus calles, ver tanta gente reunida en el medio de la plaza, es una de esas experiencias renovadoras, se siente una energía bonita acompañada por esa entrada del otoño que trae consigo tantos colores lindos, tanta paz.

A todos aquellos que hagan esa ruta les recomiendo que pasen por la Fortaleza, que tomen el vino del lugar, que coman mariscos y bacalao, que se enamoren de esas paredes llenas de verde, que caminen por los alrededores y disfruten de ese paisaje que canta, que ilumina, que lleva a soñar, que se asomen al Río Minho y se dejen encantar con el ruido de sus aguas, que disfruten la plenitud de esa bendición llamada Valença do Minho.

Johana Milà de la Roca Cabrera

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