Acequias, el rio de las aguas turbulentas




Salimos un sábado a las tres de la madrugada, listos para un largo camino de ocho horas hasta Barinas en el medio de los Llanos venezolanos. Pasamos del frio al clima templado, al calor y luego a la humedad de los bosques barinenses, todo en un día. Pasamos de carreteras en buen estado, a autopistas llenas de huecos, de pobreza a riqueza, de arepas con queso blanco a guarapo de papelón con limón.

Finalmente llegamos al campamento Guamanchi, almorzamos y nos fuimos al rio a recorrer ese primer día solo 6 kilómetros de aguas turbulentas, muy frías y hermosas, dentro de un paisaje salvaje y verde, lleno de mosquitos y mariposas, aire puro y cielo muy azul. Antes de bajar al rio, practicamos un poco de tirolinas sobre el rio, lo cual confieso me tenia aterrada, pero pasado el susto inicial de atravesar el rio con una cuerda, todo lo demás fue gritar y disfrutar.

Cuando nos dieron las instrucciones de remado, nos entregaron unos chalecos salvavidas que olían horrible y unos cascos para la protección de nuestras preciadas cabezas en caso de que cayéramos al agua. Al pasar el entrenamiento inicial de como utilizar el remo y con la recomendación de no dejarlo ir rio abajo, nos embarcamos en este primer recorrido (de grado 3, según los guías) por el rio Acequias que nos esperaba con sus aguas revoltosas y heladas. La primera recomendación al llegar a las fauces del rio fue la de pedir permiso al agua para que nos dejara navegar en ella, y así procedimos. 

Esa primera experiencia sólo debía servirnos como abreboca de lo que nos tocaría vivir al día siguiente, en el que navegaríamos diecisiete kilómetros geniales.  Hicimos saltos desde una roca, lanzaron a gente de las balsas, éramos un grupo de veinte personas todos amigos. Al llegar al punto donde nos esperaba el personal del campamento, nos subimos a un camión y emprendimos camino montaña adentro hacia Guamanchi, comenzó a llover y supimos que el rio al día siguiente iba a estar aun más revuelto que ese primer día. Llovió toda la noche.

El segundo día nos levantamos muy temprano, con un cielo muy azul y un pasto que olía a lluvia. Desayunamos, nos montamos nuevamente en el camión y de ahí recorrimos mas kilómetros de montaña hasta llegar al punto donde continuaríamos esta aventura de agua (de grado 5, esto me hizo sentir en Twister pero de agua) Comenzamos cruzando un puente a lo Indiana Jones que tenia un cartel que decía “No brinque”. Bajamos a la orilla del rio, crecido por la lluvia, nos montamos en las balsas y a navegar.

La ruta esta llena de rápidos, muchos rápidos. Llegamos a un segundo puente donde nos bajamos de las balsas y hubo gente que se lanzo del puente, yo me dedique a sacarle fotos a los peces y a la vegetación de bosque tropical presente en ese recodo. Continuamos y al llegar a una curva, nos bajamos para hacer el recorrido a pie un buen trecho porque las aguas estaban muy bravas para navegar ese trayecto.

En el agua de nuevo, seguimos rio abajo hasta un lugar donde las aguas eran muy tranquilas y se poso en mi camisa una mariposa blanca, dicen los locales que es signo de muy buena suerte, afortunada me siento de poder disfrutar de estas experiencias.

Continuamos la ruta con más caídas de agua, remando y riendo. Entre sustos y brincos dentro de la balsa, con gritos del guía que iba con nosotros, viendo a otras embarcaciones volcarse en el agua y salir para continuar el camino, entre fotos y aire puro. Así completamos un pedacito del largo recorrido del Rio Acequias, salimos buscando una cerveza para celebrar que tenemos en nuestros haberes una aventura mas, de esas que dejan huella en la memoria y saca sonrisas cuando se cuentan. Llegamos al campamento; comimos, empacamos y de regreso a la rutina luego de un fin de semana fabuloso.

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