Mi Buenos Aires querida


Se me estaban acabando las vacaciones, venia de vuelta de Bariloche cuando llegue a Buenos Aires en una noche de mucho calor. 

Descanse del largo viaje y en la mañana salí a dar una vuelta y a buscar un mapa, tenía sólo 24 horas para beber Buenos Aires y no quería que se me escapara nada. Mi cámara se había dañado en la Patagonia y solo contaba con mi celular sin flash, la luz del día era importante.


Resulta que el hotel estaba a escasas dos cuadras del Obelisco de la Av. 9 de Julio y en el camino me tope con una foto enorme de Ernesto Sábato, con su mirada perdida entre dura y tierna y supe que el día seria genial… no me equivoque. 
Luego de muchas fotos en el Obelisco seguí camino por la avenida de Mayo vía el Café Tortoni, punto de encuentro con mi amiga Susy, una Bogotana que conocí en Cartagena y ahora vive en Argentina. Luego de un café delicioso y fotos con las figuras de Gardel y Evita seguimos camino a la Plaza de Mayo. Ojala pudiera expresar con palabras lo que significo para mi pasar por ahí, la vibra que encierra la Plaza es tan hermosa como triste y de fondo La Casa Rosada.
Pasamos a Puerto Madero, pero no comimos carne solo paseamos por el lugar, una fortaleza muy segura de militares y policías con edificios y casas hermosas que colindan al oeste con La Casa Rosada y al Este con el Océano Atlántico.
De ahí nos fuimos a San Telmo a ver a Mafalda, heroína vitalicia de mi historia, y aprovechamos de comer pizza en horno de leña y finalmente me tome una Quilmes de litro como debe ser. Ya pasado el mediodía tomamos el colectivo al Caminito, la llamada “Republica de la Boca” hogar del Boca Juniors.
Bailar tango en Buenos Aires, por 20 “mangos che y aprovechá y te tomás una foto conmigo mientras te declaro mi amor”, ha sido una de las experiencias más lindas y sui generis que he tenido. “pero mirá che” nos dijo un local “que nos le dé muy tarde por acá porque la cosa se pone ruda”, así que a las 5pm salimos del Barrio de La Boca con lindas fotos y gratos recuerdos.
Entre colectivos y caminata, llegamos a la Av. Santa Fe, a disfrutar de una de los lugares más bellos a los que he asistido. La librería El Ateneo, otrora el teatro Grand Splendid. Más de 120.000 títulos distribuidos en los diferentes pisos y balcones, y tomarse un café en lo que era el escenario teniendo vista de 180 grados de todo el lugar fue sencillamente maravilloso.
Así, con este recorrido me fui de vuelta a mi hotel a preparar equipaje porque a las 7am del día siguiente debía volver a casa, pero no me fui sin comer carne, antes de subir a la habitación pase por un “chiringuito que queda en la esquina” y compre un sándwich con carne y no es un mito, literalmente de deshace en la boca.

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