Figueres, de camino al corazón de Dalí


Esa hermosa ciudad catalana cuna del mayor representante del surrealismo español, se presentó hermosa, llena de flores y ausente de señalizaciones para llegar al Museo Dalí, motivo de ese viaje. Entre preguntar y preguntar, aprovechando que era día festivo y el gentío en las calles, conseguimos llegar a la oficina de turismo y acompañados de una excelente suerte estaba cerrada, lo que nos llevó a un hostal familiar a seguir preguntando y un señor muy amable nos regalo un mapa y nos explicó como llegar.

“Surreal no! Lo otro” escuché que alguien exclamaba al salir del museo. Sólo por fuera ya es una explosión viva que llama a encender las pupilas, las paredes son granate con diseños de flores o plantas pintadas en dorado dispuestas de tal forma que parece un tejido. Arriba en el techo unos óvalos dorados también haciendo perfecta formación custodiando unas estatuillas doradas como las del Oscar. Pero era sólo el comienzo. Al caminar hacia la entrada del museo, nos encontramos con más excentricidades hechas arte, no podía ser más que obra de un genio.


Al entrar, nos entregaron el plano del museo y seguimos los números de las salas para llevar la exposición en orden, cámara en mano no, celular en mano porque la cámara se quedo sin batería, ese día juré no volver a quejarme de mi móvil, se portó como todo un caballero. Recuerdo estatuas estilo romano con coronas, en el patio un Cadillac con las ventanas rotas, un barco a lo alto colgando de un mástil, la magnitud de las gotas de agua que chorrea el barco son impresionantes. Ahí en ese mismo lugar, se repiten las estatuillas doradas adornando correlativamente las paredes y hay fuentes con agua por todo el lugar.

Pasamos de sala y jugamos con las trampas visuales de los cuadros del pintor y con la luz de la cúpula de la cristal del techo; encontramos su historia, sus inicios, su separación de la iglesia católica, su unión de vuelta con la iglesia, su visión política, su posición anti nazi, su percepción de las tradiciones, las etapas de crecimiento artístico, su necesidad constante de expresar, de ser entendido como una masa de sentimientos arremolinados en ese arte, su etapa de hombre enamorado y de como concibió la vida después del amor a partir de una pintura en el techo de una habitación en la que junto a Gala alcanzan el cielo y tocan las estrellas. Su petición de ser enterrado junto a su obra fue cumplida y su lápida esta allí al alcance de todos los que deseen compartir un poco de esa maravilla.

Pasada la experiencia del museo entramos a ver las joyas de Dalí, ahí donde la sensibilidad se palpa al caminar, en una atmósfera oscura donde sólo se ven las joyas iluminadas, la delicadeza es tan sublime como explosiva, la particularidad de lo original tan diferente a lo evidente. Estaban alineados y listos para ser vistos el elefante de las patas delgadas, el reloj derretido, el cáliz de mariposas y el corazón que late, que queda como prueba absoluta de que Dalí está presente en cuerpo y corazón al lado de su legado maravillándonos.

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