Entre mapas, metros y carnavales


Algo tan simple como un mapa, nada mas un mapa. Salí sin coordenadas y me perdí, porque en las ciudades tan grandes, donde la gente no es tan colaboradora hay que salir ubicado, pero no, yo pensando que el “primer mundo” era un dechado de virtudes infinitas, salí sin mapa.

Igual la pase bien, iba a los carnavales de Picadilly y Notting Hill, a encontrarme con mis amigos holandeses, a beber cerveza y bailar sin parar un día entero entre las locuras de los que corren con los carros de supermercados por la calle, los que hacen break dance, los tamboreros, los disfrazados. La verdad fue toda una sorpresa conseguirme con ese espectáculo, con ese espíritu, con esa fiesta.


Iba de paso, en lo que mi papá denominó “La vuelta a Europa en ochenta horas”, llegué a Londres temprano en la mañana, dejé mis cosas en el hotel donde se quedaban mis amigos, nos fuimos a patear la calle, comprando licor y snacks para pasar el día, bailando con el ambiente y el animo de los que celebraban, riéndonos de cuanta cosa tonta pasaba.

A las siete, me devolví sola al hotel a buscar mi maleta porque esa noche volaba a Barcelona, y fue ahí donde sin mapa me perdí, y el ánimo estaba acaparado en Picadilly porque el resto de la gente que no participaba de la fiesta no estaba de humor para auxiliarme. Caminé y caminé hasta que finalmente un alma caritativa en el metro me ayudó, corriendo llegué a Earls Court y de ahí ya sabía donde quedaba el hotel. Estaba contra el tiempo, después habría oportunidad de protestar, lamentarse y pensar en la poca amabilidad de los locales.

Había estado en la ciudad antes y las personas habían sido simpáticas, o educadas al menos, pero esta vez, asumo que por la cantidad de gente en las calles, el revoltijo de ruido y de turistas, simplemente estaban aturdidos y sin ganas de ser amables. Recogí mis cosas y salí corriendo al aeropuerto. Basta que uno este apurado para que todo se atraviese, el tren se demore, etc. Me pase de estación y me tuve que devolver, en la carrera perdí mi sweater y finalmente llegue a minutos de que cerraran el vuelo, me chequeé y como siempre, cuando me senté en la butaca del avión esperé un ratico a que me llegara el espíritu, que venia detrás de mi, agotado.

Londres estaba tan guapa, tan elegante como siempre, con un tono colorido diferente, alegre. Tanto me gusta esa ciudad que esta experiencia fue solo una historia que contar y no marcó mi visión de ella, he vuelto en un par de oportunidades y sigue igual de espectacular, lástima que no me pude quedar mas tiempo, pero iba en una vuelta bastante ajustada. Siempre hay que volver.

Si, volver, pero con mapa o GPS… y ¡tiempo! Para caminarla, disfrutarla, respirarla e incluso evitar preguntar a los locales en momentos de angustia, porque se les activa la antipatía. Cubrí mi vuelta a Europa, no se si en ochenta horas, pero fue bastante agotador, aun así lo disfruté mucho, me encantó esa carrera por las ciudades y los aeropuertos, mis amigos fueron unos ángeles en cada una de los sitios que visite, y seguiré recorriendo el mundo en busca de experiencias e historias que me lleven a lugares geniales.

Johana Milà de la Roca C.

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