Disertando sobre el miedo... Caracas
Leía recién una entrevista
que le hicieron a Quino, a quien le agradezco profundamente haber
creado a mi heroína Mafalda, y él contaba que la seguridad se ha vuelto
problemática para todos los ciudadanos argentinos, que anda con miedo a salir
de su pueblo, de su casa y en el caso más extremo hasta de sí mismo.
Ahora lo entiendo a
cabalidad, estoy en Caracas, la ciudad a la que amo por verde, por haberme
dejado crecer en sus faldas, por dejarme respirar ese aire taciturno de ciudad
entristecida, porque la siento mía con toda propiedad, pero también y aquí me
identifico con Quino, estoy asustada. Después de tanto tiempo fuera, quisiera
que la sensación fuera de placer absoluto pero hasta ahora, humanamente siento
susto. Estoy feliz de estar aquí, pero siento miedo.
Llegar de vuelta con la
mudanza, fue en efecto otra aventura aeroportuaria en la que tuve que abrir mis
maletas por exceso de equipaje delante de todos los pasajeros presentes, sacar
siete kilos entre las dos piezas porque no admitían peso adicional por embargo,
meterlo todo en bolsas y dejarlo en resguardo en unos lockers en consigna en el
aeropuerto de Barcelona.
Seis horas luego de
despegar aterricé en Nueva York, de transito, paseando por el aeropuerto
Kennedy en una de mis conexiones más tranquilas y pacíficas y cinco horas más
tarde aterrizaba en el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía con 3 maletas, una
mochila, un Máster en Periodismo y miles de sueños repartidos en horas y horas
de viaje. El futuro no está escrito, ya veremos a donde marca la pauta para
seguirle la pista.
Mi mamá fue a buscarme y a
todas carreras sin miramientos, literalmente, tiramos las maletas dentro del
carro y arrancamos a toda velocidad. Esa zozobra de vivir apurado y encerrado
en uno mismo por miedo a cualquier artimaña de la “inseguridad” me molesta, me
perturba, me hace protestar – no sé con qué objeto, pero igual protesto – me hace encerrarme.
Hoy salí, en medio de un día
hermoso, inundado por un celeste tan profundo como sereno de ese cielo pleno, con
unas nubes que adornaban la silueta imponente de mi Ávila amado, respiré
nuevamente ese aire que tiene su olor particular, ese aroma a hogar y me
propuse a mi misma creer en mí, en mi gentilicio, entender que hay miedo en el
ambiente, pero que se debe actuar a pesar de eso. Cuestionando el por qué del
miedo y qué he hecho para que la situación sea diferente, el miedo paraliza, no
hay que dejarlo agarrar cuerpo.
Estaré en Caracas un corto
período, en el que además de reencontrarme con la gente que quiero, pienso
disfrutar de cada flor, cada verde montaña, cada amanecer lleno de luz del
trópico, cada abrazo de mi hermano, de mis sobrinas, de mis papás. Como dice
Quino: “¿Quién es este que soy que da vueltas y anda?"
Johana Milà de la Roca C.
Comentarios
Publicar un comentario