Entre la paz y la sublime elaboración del chocolate... Chuao


Mihail Gorbachev en sus Palabras para la Paz del 2004 dijo “que otro mundo diferente es posible, el mundo que vivimos no es aceptable y no podemos mantenerlo de esta forma”. Pensé en ese momento que era un deseo muy poco aterrizable porque los intereses políticos siempre están por encima de las necesidades del colectivo. Pienso ahora que hemos dejado que la política nos domine y no somos capaces, como raza, de vivir en paz.

Un teorema desmontable al llegar a Chuao… Es un viaje a través de la montaña, muchas curvas, mucho verde. Hay que llegar a un pueblito que se llama Choroní, beber historia en esas casas coloridas coloniales, y luego continuar hasta la costa llegando a otro pueblito que se llama Puerto Colombia, un malecón con cañones, una bahía que alberga una playa kilométrica hermosa, un rio, un puente para cruzar el rio y más casitas coloridas de estilo colonial.

En el malecón se toma un peñero que va a Chuao y a otra playa que se llama Cepe, unos veinte minutos en lancha a mar abierto rebotando en las olas para llegar a otra de esas obras naturales esculpidas a mano, Chuao. Bajarse en la playa es sólo el comienzo de una aventura extraordinaria que hace recobrar la fe, que hace retomar el respeto tan perdido por la naturaleza, inolvidable.

La playa está llena de chiringuitos que venden pescado fresco, agua de coco, empanadas y hervido de pescado, jugos, cerveza y alguna que otra mezcla de mariscos con publicidad afrodisíaca. Estar ahí ya genera paz, esa que tanto se busca, la que no está en el cotidiano vivir, la que está ausente del tráfico, esa de la que habla mi muy apreciado Gorbachev. Si caminas hacia el pueblo, hay ventas de ropa de playa, mas pescado y casitas humildes llenas de gente curtida por el sol, que ríe con los ojos, que hace empanadas y cuenta historias del pueblo y de su cacao con orgullo y emoción.

La montaña está cerca y ahí los sembradíos de cacao más preciados del lugar, del país diría yo. La gente habla del mejor chocolate del mundo, hablan de que vienen los suizos y los belgas a buscar el cacao allí para trabajar sus delicias europeas, hablan de la denominación de origen de ese producto bendito que genera felicidad y también adicción. Pasando los cacaotales hay lugares perfectos para el turismo de aventura, hay cascadas, ríos, senderos para el trecking, todas enfocadas en la ruta del cacao de Chuao.



Recorrer esos verdes paisajes, disfrutar de las cascadas, caminar esos senderos, para luego terminar el día bajando a la playa, dejando que el Caribe sea parte de la aventura, dejándose curtir la piel por el sol que quema sin piedad y con permiso, comiendo pescado y hablando con los pescadores, disfrutando de esa arena limpia y serena, de ese mar tranquilo y retomo las palabras del ex presidente ruso: “otro mundo diferente es posible” porque ahí, en donde la humildad de la gente y sus casas reina con sonrisas, donde la paz se consigue, donde se vive en pleno desde su génesis como se hace un chocolate, ahí donde la montaña se funde con la playa, ese mundo que todos queremos es posible.

Johana Milà de la Roca Cabrera

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