explorando por el Mercado de Mariscos de Panamá


Hay sensaciones que se quedan grabadas en el imaginario, en el recuerdo y siempre están presentes cuando llega alguna fragancia, el tacto de una tela, los pies recibiendo el último suspiro de una ola en la orilla de la playa, el intenso sabor de un chocolate oscuro, un buen vino tinto, el ruido de la corriente de un río, caminar bajo la lluvia, el café recién colado, el aroma del césped recién cortado, una sopa de la abuela, un espeso jugo de mango. La activación de los sentidos acercándose a las cosas simples, reinventando la cotidianidad.

Cuando entré en el Mercado de Mariscos la primera vez quedé prendada del ambiente, del olor, del sabor, de la gente, de la energía que allí fluye. Al llegar a la puerta principal hay una Virgen del Carmen, patrona de los comerciantes de pescados y mariscos, hay puestos de ceviche listo para llevar, y al empezar a caminar hay toda una variedad, amplísima, venden corvina y cazón, catalanas y coro coro, atún, pulpo, calamares. Los venden enteros, en filetes, también hay caracoles para hacer sopa, se consiguen camarones y gambas y cada puesto tiene sus carteles hechos a mano con los precios y los nombres de los productos.

Lo cuento repetidas veces, porque es una realidad, a mi me encanta Panamá, a pesar del calor me encanta caminar por esas calles, me encanta perderme en el Casco Antiguo, pararme en los muros de las bóvedas a ver el mar retirarse y los atardeceres con el puente de las Américas de fondo, ir hasta la calzada de Amador a ver la cola de barcos esperando entrar al Canal, y ahí mismo comerse un helado, tomarse un café, respirar la brisa del mar, manejar bicicleta. Es toda una lista de actividades cotidianas que se convierten el algo fantástico en el mismo momento en el que se disfrutan como si fueran una novedad.

Hablar de comer pescado del Pacifico panameño es perderse en un espiral de sabores y texturas que despiertan el apetito, sea cual sea el tipo, es una carne blanda, abundante, suave al paladar, con un sabor muy definido, es una experiencia gastronómica distinta, una vuelta de placeres al paladar. Sin quitarle méritos al resto de pescados del mundo, los del Pacífico para mí, son los mejores.

Luego del ceviche peruano, el que venden en el Mercado de Mariscos es otra bandada de sabores que deben ser experimentados con una fabulosa sonrisa, son espectaculares, es toda una variedad de ajíes y cebollas picaditas con ese pescado robusto y troceado, se compra para llevar, lo venden en envases de diferentes tamaños, se negocian los precios con los vendedores, es parte de la dinámica del mercado que se practique el regateo en la compra del ceviche.

Para todo aquel viajero que pase por Panamá, es parada obligada el Mercado de Mariscos porque además de toda la variedad que se consigue de pescados y mariscos, se compra ceviche y arriba en el segundo piso hay un restaurant, es sencillo, tienen una carta basada en los productos que se venden en el mercado y especialidades peruanas, el deleite es tal que quedará marcada la aventura como una de las mas placenteras a nivel gastronómico que se haya tenido. Panamá tiene mucho que ofrecer, pero su gastronomía del mar está posicionada, para mi, como uno de sus platos fuertes.


Johana Milá de la Roca C.

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