Pescando historias... Margarita


 En “laisla” como la llaman con todo cariño los pescadores y en consecuencia todos los que amamos ese entrañable lugar, hay mar por todos los costados, hay olor a coco por doquier. Es una secuencia interminable de sensaciones deliciosas entre amaneceres, atardeceres, ostras, playa, pescado frito en la orilla de la playa, olor a mandarina, empanadas de cazón o de chucho y jugo de parchita (los brasileros la llaman Maracuyá con una sensualidad indescriptible)



Entre conocer, caminar e ir a la playa, Margarita se convirtió desde el primer día en ese lugar mágico que siempre estará conmigo donde sea que me encuentre. El azul turquesa del mar, el calor, la brisa marina, los paisajes áridos del oeste, el mar abierto de La Restinga, los manglares, las palmeras, el valle de la Virgen y la gente. Hay tanto que hacer y todo es tan natural que es imposible aburrirse estando allí.



Hay ciertas cosas a tener en cuenta; las mejores empanadas están en Playa el Agua, las hay de queso, carne, pollo, chucho, pabellón margariteño, los mejores desayunos se toman en Conejeros entre arepitas de queso o carne mechada hasta platos de pabellón, mientras que las ostras mas deliciosas están en la Isla de Coche, un poquito de limón y el sabor es glorioso. Las playas mas concurridas son extraordinarias pero las de Macanao son un paraíso inexplorado, área desértica con arena blanca y oleaje picado, justamente porque no va casi nadie. Indiscutiblemente los atardeceres mas bellos son los de Juan Griego desde el "castillo" un viejo fuerte español con sus cañones anti piratas y las mejores conversas son las que se dan con los pescadores.



Con las referencias de los pescadores, viendo un atardecer en Pampatar a la orilla del mar, nos ofrecieron comer sardinas a la parrilla con fogata, ensalada y guitarra. No era fanática de las sardinas porque la única presentación que conocía era enlatada, por supuesto a partir de ese día mi percepción cambió y hoy, mucho tiempo después sigo haciéndoles publicidad.



Llegaron con las sardinas en los peñeros, las limpiaron, las prepararon solo con sal, prendieron la fogata mientras uno de ellos tocaba guitarra, tuvieron la lista la ensalada de palmito y aguacate y un poquito de sal "la vida es mejor cuando a la vida se le echa sal" decía uno de ellos, montaron la rejilla en el fuego y a esperar. Al rato unos suculentos pescaditos eran parte de una las mejores cenas que he disfrutado.


Luego de comer comenzaron a contar sus historias del mar,"de la mar" como dicen ellos y como veo ahora que es la forma correcta de llamarla, de como pescaban, del miedo que causan las tormentas, de su fe a la Virgen del Valle, de la manera correcta de lanzar la red y de arrastrar la pesca. Cuanta humildad, humanidad, felicidad, orgullo por su trabajo y su tierra transmiten esos pescadores.


Como se despidieron los pescadores ese día: La mar siempre recibe a quien la trate con amor, que la Virgen del Valle los acompañe.

Johana Milá de la Roca

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