Remendando bolsillos


A donde te transporten los recuerdos a pesar de las vivencias es donde determinas si fuiste feliz y aprendiste o si sólo fue un mal momento y lo relegas al olvido. Todavía estoy indecisa en si esta experiencia de viaje fue de aprendizaje y felicidad o la relegaré al olvido una vez que me paguen en metálico las molestias ocasionadas.
Llegué al aeropuerto en Caracas y el primer strike fue un vuelo demorado que me hacia perder la conexión, unos cuarenta y cinco minutos en el mostrador, supervisores van y vienen, el tema del límite permitido de equipaje, los convenios entre aerolíneas, mil historias que como pasajero me importaban poco pero habiendo trabajado en el aeropuerto las entendía muy bien. Finalmente me arreglan mi reserva para llegar a mi destino como estaba planeado sin mayores contratiempos. ¡Qué ilusa fui! Viajar con la esperanza encima implica viajar con hilo y aguja también por si se rompen los bolsillos.
Paso los controles de seguridad, embarco, mi vuelo despega y cinco horas después estoy en la Gran Manzana lista para conectar a Europa, los relojes indicaban que todo estaba en orden, el paso por migración fue bastante grato, tomo mis maletas en la aduana y la sorpresa es que una de ellas llega rota, me indican que el reclamo final he de hacerlo en Barcelona porque apenas estoy en el punto de conexión. Entrego el equipaje y sigo al tren que me llevará al otro terminal para lograr tomar mi siguiente vuelo.
El tren se averió y media hora después salía corriendo a la calle a tomar un taxi con dos chicas mas que estaban igual que yo, nada mas que decir que tardamos casi una hora en cambiar del terminal siete al tres fue una odisea para llegar y que te digan que cambiaron el terminal (quise llorar y gritar y patear algo, todo al mismo tiempo) busqué a un personal de aerolínea y me ayudaron a pasar por el control de seguridad, tomar un bus y finalmente llegar al siguiente terminal.
Si hubiera querido comprar algo en el duty free no hubiera sido posible, llegué justo cuando estaban embarcando y entré enseguida en el avión, mi espíritu me alcanzó un buen rato después, comí, me dormí hasta que ocho horas después en Barcelona los eventos desafortunados no habían terminado. La maleta rota aquella que dejé en New York con la ilusión de que llegara sin mayores contratiempos no llegó, era el momento de sacar la aguja y el hilo para coser el bolsillo y no dejar escapar la esperanza.
Hice mi reclamo y esperé pacientemente que me dieran noticias de mi equipaje. Demás está (o no) decir que el servicio de equipaje de las aerolíneas involucradas es mas que deficiente, si no hubiera conocido gente en el medio y los procedimientos, mi maleta hoy no estuviera conmigo. Doce días y más de 30 llamadas tuvieron que pasar para recibir una maleta completamente dañada, robada, irrespetada.
La fui a buscar al aeropuerto, la cargué porque las ruedas estaban ausentes, al abrirla vi que el candado estaba picado dentro junto con mi ropa toda revuelta, de diez chocolates solo dejaron uno, de tres asas que tenía la maleta no quedó ninguna. Entre la rabia y la tristeza sacaba cuentas de lo que no estaba dentro de la maleta entre zapatos y camisas, y seguía remendando mi bolsillo.

Hice el resto de los reclamos y estoy esperando que me paguen lo que faltó, mas no pagaran el tiempo ni las llamadas, aun así pienso y doy gracias por haber llegado bien, por coser a diario los bolsillos donde va guardada no solo la esperanza sino la educación y por poder contar esta historia y decidir firmemente aprender de ella y pasar los episodios que quiero olvidar.
Johana Milá de la Roca C.

Comentarios

Entradas populares