Por uno de esos caminos catalanes

La arena era clara y fina, costaba caminar con zapatos a través de ella, las palmeras y demás vegetación estaban agitadas por la brisa marina, se terminaba la primavera y el sol comenzaba a calentar ampliamente esa costa mediterránea, el olor del mar ¡qué delicia ese aroma a libertad!




El sendero comenzaba a pocos pasos de la entrada a la playa, una parte de arena y ya comenzaba la subida de la montaña. Era Vilanova i la Geltru, uno de esos parajes de la costa catalana que provocar guardar en un bolsillo y llevarlo a todas partes. Allí empezaría la travesía que parecía de adolescentes en fuga, bordeando la linea del tren, arbitrando la fusión entre el mar y la montaña, entre subidas y bajadas, arrecifes, playas nudistas y rieles, hasta finalmente llegar a Sitges.




El cielo estaba a veces nublado a veces azul, la vegetación cambiaba dependiendo de la altura, la roca firme y macisa nos dejaba caminar por ella, transitar libremente, con ese aire asalitrado y puro, con la libertad de compañía. El esfuerzo físico, la bendición de contemplar ese paisaje, el aprendizaje de algo nuevo, el cimiento de una genial amistad. 




Ese camino tiene una historia poco ortodoxa de huídas durante la dictadura de Franco y se ha convertido en el paraíso gay por excelencia de Catalunya y el resto de España. La amplitud de visión y pensamiento realmente está presente y hay cabida para todo aquel que quiera compartir con seres humanos extraordinarios, la discriminación esta demás.

En dos horas el trayecto se terminó, dejamos atrás las rocas esculpidas por el mar, la vegetación agreste y salitrosa, las vías del tren solitarias y los arrecifes, para dar paso a una gran avenida, un mar en calma, una pequeña ciudad llena de color, contrastes e historia que como relataba antes, está abierta a quien quiera ir a disfrutar sin prejuicios, es un carnaval perpetuo, la gente está alegre, la armonía de la arquitectura, el sol ilumina y quema... Sitges es un pedacito de cielo en la tierra.




Luego de la extensa caminata, había que comer para reponer fuerzas y recorrer un poco mas de las calles estrechas llenas de ventorrillos y colores, y después tomar un tren de vuelta a la sinergia citadina de Barcelona, a la rutina condal.

Estos caminos no regulares son excelentes alternativas para un día diferente , una actividad saludable, un recreo para la vista con el indómito Mediterráneo por acompañante,  el sol con su intermitente presencia, la vegetación integrada al agreste paisaje, unos rieles de tren mimetizados en las piedras.

A todo aquel viajero que desee hacer cosas diferentes cerca de Barcelona, estos caminos son un regalo natural que deben ser vistos y compartidos, cuidando siempre su condición de recurso natural. 

Johana Mila de la Roca C.

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