Fito en Panamá



La total oscuridad del escenario le dio paso a un flash y a una serie de entonaciones que alertaron la presencia de Fito; ataviado con ropas rosadas, en shorts y zapatillas con luces, al aire libre, salió con su Gibson Les Paul en mano a descargar esa energía particular que irradia y contagia, que rodeó a todos los asistentes con su carisma y su música. Desde el mismo momento en que comenzó a cantar se desplegó como por magia, una vibra única que envolvió a todos los presentes, generó gritos, cantos, desafines y hasta llanto.

Al momento de sentarse a cantar Un vestido y un amor, pidió que arreglaran un ruido que no lo dejaba interpretar y mientras, nos contó la historia que inspiró ese tema, de cómo se enamoró, de cómo era ella, de cuanto duró ese amor y una vez solucionado el problema de sonido, procedió a entonar la canción a la que le había hecho la hermosa introducción.

Regaló toda una demostración de sabiduría musical, se paseó por la guitarra, por unos timbales donde hizo un poco de percusión y por supuesto entonó con fuerza, con autoridad y con absoluto amor las notas en su piano, manifestó su admiración a Charlie García, y antes de despedirse presentó sus respetos y cariño a Rubén Blades y a su tierra. Cuando interpretó A rodar mi vida puso a flotar a la gente en un clima de fiesta y alegría, con esa letra cargada de incertidumbre sobre el futuro que inspira a encarar la vida con optimismo.

La caminata por su repertorio fue un absoluto placer, Circo beat, Naturaleza sangre, Yo te amo, La rueda mágica, 11 y 6, Brillante sobre el mic y “dale alegría, alegría a mi corazón que afuera se irá la pena y el dolor” se extendió en un coro uniforme y en los Jardines de Amador se escuchaba una sola voz clamando esa alegría. La introducción de Al lado del camino, en la que habló de palabras en las que ya no creía y la fe que le tenía en estas que cantaría a continuación, me hizo llorar de emoción, sencillamente no podía creer que estaba ahí y que Fito cantaba a unos metros de mí.

No cantó la canción del quinto elemento, El amor después del amor, ni tampoco interpretó Cadáver exquisito donde diserta sobre la imperfección del amor y el odio, pero escogió un puñado de canciones con las que logró envolvernos a todos en una burbuja llena de emociones, viajes en el tiempo, filosofía y amor en la que todavía hoy, unos días después de haber estado allí, sigo inmersa.

Johana Milá de la Roca C.


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