Un museo lleno de aviones



Me he pasado la vida trabajando con viajes, viendo aviones en los aeropuertos, soñando con cada uno de ellos, imaginando lo lejos que pueden llegar, lo mucho que han significado para la historia, el cambio que supuso acortar distancias a partir de volar en lugar de cabalgar o tomar un tren. 

Antes de que sacaran al Concorde del mercado, vi uno a punto de despegar en el aeropuerto Kennedy en Nueva York y me pareció hermoso, diferente, retador. La primera vez que abordé un Jumbo B-747 también fue en la Gran Manzana para volar a Londres, inicié mis viajes en los B-777 igualmente en un viaje para visitar el Palacio de Buckingham. He viajado en Boeing, Airbus, MD80 y en el MD11 de KLM hasta Ámsterdam antes de que dejara de circular, además de Embraer y uno que otro jet en las rutas cortas dentro de USA. Este mundo de la aviación ha sido mi hogar por mucho tiempo y me encanta conocer los equipos que operan las líneas aéreas, las configuraciones, los logos, los uniformes, todo tiene un sentido, una razón y es fascinante.

Los pasos viajeros me llevaron a Washington DC, aterricé a bordo de un CRJ900 en el aeropuerto Reagan, una noche llena de neblina que hizo que el avión diera una vuelta adicional antes de finalmente tocar tierra. Aun así, pude ver el Washington Memorial y el Capitolio desde el aire. Me encanta la ruta de “taxeo” que hacen los aviones antes de llegar a la puerta de desembarque. Se puede ver toda una gama de aviones, el movimiento interno del aeropuerto, los que hacen fila para despegar, los hangares llenos de repuestos, los aviones de carga. Esos espacios que contribuyen tan ampliamente con la comunicación del mundo me parecen fascinantes.

Ese embrujo aeronáutico me llevó a los hangares del Museo Smithsonian del Aire y Espacio (National Air and Space Museum Steven F. Udvar-Hazy Center) justo al lado del aeropuerto Dullesdonde encontré un universo de maravillas que concentran toda la historia de la aviación de manera sensacional. Son dos hangares, el Boeing Aviation que agrupa todo el camino de la aviación civil y militar del mundo,  desde réplicas de los Flyers de los Hermanos Wright, pasando por los aviones de guerra y el avión de no reconocimiento Lockheed SR-71 mejor conocido como el Blackbird, el Enola Gay y su responsabilidad de haber contribuido a la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial al lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima, el Clipper de PanAm que inspiró a Ken Follet a escribir Noche sobre las aguas, un 707 que marca el éxito comercial de Boeing como avión de pasajeros, carga y correo, el helicóptero Spirit of Texas que ha sido el primero en la historia en darle la vuelta al mundo y por supuesto el Concorde, el avión supersónico que llevaba pasajeros en la mitad del tiempo de un avión regular, que tiene alas plegadas como un murciélago y es hermoso, es una maravilla tecnológica que está allí expuesta para contar mil relatos.

También está el hangar James S. McDonnell, donde se encuentra el ala dedicada al espacio, está en exhibición el transbordador Discovery (el tercero en volar al espacio), que ejecutó treinta y nueve misiones en la órbita terrestre y viajó alrededor de 240 millones de kilómetros, llegó al museo en 2012 luego de su retiro en 2011 y de haber cumplido a cabalidad cada una de las misiones que se le asignaron. Es una pieza imponente que se deja admirar, que transporta sin moverse de su lugar, recuerdo haber pensado en la vista privilegiada de la tierra que se debe haber tenido desde allí. Al transbordador lo acompañan una unidad tripulada de movimiento, una cápsula de mercurio y una unidad móvil de cuarentena (donde son recluidos los astronautas luego de volver a la tierra), para complementar la historia y la importancia que tiene el estudio y exploración del espacio.

El recorrido por los aviones de guerra, más que fascinarme me asustó, me impresionó y me perturbó la cantidad de maquinaria elaborada para fines bélicos, hay aviones del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, hay aviones rusos de los tiempos de la guerra fría, helicópteros que volaron en Vietnam, hay cohetes y más armas de destrucción masiva, hay miedo y defensa representados allí. Pero también hay que rescatar la exhibición de planeadores, los aviones de acrobacias como el Bucker Jungmeister que está colgado al revés para probar su capacidad de hacer espectáculo desde el cielo.

Contar en ese gigantesco espacio la historia de la aviación, el camino que se ha trazado para acortar distancias, para explorar el universo, para fomentar o acabar con los conflictos, los avances de la tecnología que hacen más cómodos los viajes de los pasajeros, asomar secretos de espionaje y saber que unos cuantos de esos aviones han salvado vidas, es magnífico. Poder ver de cerca cada pedacito de esa historia, contemplar esas maravillas de la ingeniería, admirar cada desafío a la gravedad, es un tesoro y ojalá existieran más lugares dispuestos a mostrar los pros y los contras (aunque no estén muy conscientes de los contras) de lo que significa la aviación y los viajes al espacio para la humanidad.

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