Viaje con los sentidos






Indira se montó en el lomo de un elefante y contó que la textura era rugosa y el pelo del animal parecía un alambre, pero que sintió tanta confianza, tanto amor de su nuevo amigo que lo que quedaba era contar su historia y reír cada vez que la recordara.
Voló por tres continentes hasta que al fin pudo arribar a Tailandia y así sumergirse la cotidianidad de Bangkok, nadar en las aguas del Mar de Andamán cuando llegó a Phuket y disfrutar de una caminata diferente al lomo de un elefante en Chian Mai, adicional a que degustó toda la fabulosa gastronomía local, no sólo en restaurants sino también en los tarantines de la calle. Habló con los taxistas, regateó con los vendedores ambulantes, compartió con los conductores de tuk-tuk o taxis bicicleta, destiló toda su hermosa vibra por Tailandia y regresó radiante para contar todo lo que había experimentado.
Indira sufre de retinosis pigmetaria desde muy joven y con el tiempo ha ido perdiendo la capacidad de ver colores, rostros, letras, ahora sólo distingue objetos claros sobre fondos oscuros y viceversa, pero el brillo de sus ojos está ahí,  así como el gusto por disfrutar platos diversos, por tomarse un buen vino, por comer un rico chocolate y sobre todo las ganas de vivir. Es una de mis personas favoritas y es un orgullo decir que es mi amiga, siempre tiene las baterías cargadas, está dispuesta a emprender cualquier aventura, a tomar aviones que la lleven a darle la vuelta al mundo, a reír a carcajadas, a disfrutar de su vida, y entonces se trepó en el lomo de un elefante en Tailandia y se fue a pasear.
Al momento de preguntarle por la comida, ella cuenta las sensaciones que recuerda, las mordidas crujientes, las salsas picantes, la dulzura del Khao tom, el sabor del agua de coco y se deleita de la sola remembranza. Cuando le toca hablar de los olores de cada lugar, describe que el elefante olía mal, que el aroma salitroso de las playas es único, que el regateo es una actividad fantástica, hizo una especie de rafting en tablas de madera por un río, no importa si no pudo tener apreciación visual, experimentó un viaje extraordinario lleno de sabores, olores, sonidos y sensaciones inigualables.
Cada vez que se me atraviesa alguna adversidad, que se me escapa el mundo de las manos, que siento, al mejor estilo de Michael Ende, que me lleva la Nada; pienso en Indira, en su entereza, en sus ganas de disfrutar, en su risa contagiosa, en sus formas particulares de hablar, tomo fuerza y continúo, ella me pasa un poco de sus baterías inacabables y sigo el camino. Así como Tailandia, hay mil historias de sus viajes, pero ella contando como era la vida desde el lomo de un elefante, me marcó de tal forma que es su aventura más narrada, al menos por mí, y así comparto la fortuna de que sea parte de mi historia.
Johana Milá de la Roca C.

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