Pescando historias... Margarita
En “laisla” como la llaman con todo cariño los pescadores y en consecuencia todos los que amamos ese entrañable lugar, hay mar por todos los costados, hay olor a coco por doquier. Es una secuencia interminable de sensaciones deliciosas entre amaneceres, atardeceres, ostras, playa, pescado frito en la orilla de la playa, olor a mandarina, empanadas de cazón o de chucho y jugo de parchita (los brasileros la llaman Maracuyá con una sensualidad indescriptible)
Entre conocer, caminar e ir a la playa, Margarita se convirtió desde el primer día en ese lugar mágico que siempre estará conmigo donde sea que me encuentre. El azul turquesa del mar, el calor, la brisa marina, los paisajes áridos del oeste, el mar abierto de La Restinga, los manglares, las palmeras, el valle de la Virgen y la gente. Hay tanto que hacer y todo es tan natural que es imposible aburrirse estando allí.


Llegaron con las sardinas en los peñeros, las limpiaron, las prepararon solo con sal, prendieron la fogata mientras uno de ellos tocaba guitarra, tuvieron la lista la ensalada de palmito y aguacate y un poquito de sal "la vida es mejor cuando a la vida se le echa sal" decía uno de ellos, montaron la rejilla en el fuego y a esperar. Al rato unos suculentos pescaditos eran parte de una las mejores cenas que he disfrutado.

Como se despidieron los pescadores ese día: La mar siempre recibe a quien la trate con amor, que la Virgen del Valle los acompañe.
Johana Milá de la Roca
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